A las feministas se nos acusa habitualmente de ser unas "odiahombres" para así silenciar un movimiento cuyos principios amenazan la estructura de poder. En una sociedad en el que el valor de las mujeres radica en su capacidad para complacer a los hombres y en la que son ellos los que llevan todos los triunfos, lo que peor que podemos hacer es odiarles. Por esto, cuando las mujeres nos quejamos y denunciamos las opresiones, agresiones y discriminaciones que sufrimos y que los hombres perpetúan sobre nosotras, todo queda caracterizado como un supuesto "odio a los hombres", con lo que logran así silenciarnos y denigrarnos para que de esta manera el resto de la sociedad nos ignore, y que finalmente la opresión y el privilegio masculino sobre lo femenino permanezcan inamovibles.
Independientemente de cómo articulemos nuestra argumentación o de la imagen que deseemos proyectar, mientras pongamos de manifiesto, aislemos y luchemos contra la misoginia, a las feministas nos seguirán llamando "odiahombres". Así que no voy a perder más el tiempo intentando demostrar que no lo soy.